El 19 de junio de 2004, una joven pareja acudió al Hospital Universitario de Guadalajara. Ella, de 25 años, estaba de parto. La alegría de tener su primer hijo, que nació al día siguiente y pesó 3,2 kilogramos, se convirtió en el calvario judicial y personal que ha sido su vida desde entonces. El pequeño sufre una severa discapacidad, con parálisis cerebral, necesita silla de ruedas y un respirador mecánico para que sus pulmones funcionen. Todo ello, como consecuencia de la atención que el hospital dio durante el alumbramiento, según reconoce una sentencia del Juzgado Contencioso Administrativo de Toledo que condena al Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam) a indemnizar a la familia con 835.719 euros. Una cantidad que, con los intereses, podría superar el millón de euros.