Juan (nombre ficticio) iba de Torrejón hacia Guadalajara por la A2 un poco antes de las tres de la madrugada del domingo pasado cuando encontró la carretera cortada y se vio obligado a frenar. Tenía delante un control de la Guardia Civil. Sopló a través de la boquilla del alcoholímetro, seguro de que daría negativo, ya que no había bebido. Lo que no sabía era que el guardia aprovechaba esos pocos segundos para inspeccionarle y lo que este vio le hizo sospechar. “Hablaba con dificultad y tenía papelillos de fumar”, comenta el agente, que hizo salir del coche a Juan para que le acompañase a la furgoneta donde le haría la prueba de drogas.
Esta escena forma parte de uno de los más de 240.000 controles que guardias civiles y policías municipales hicieron entre el 9 y 15 de julio en España dentro de una campaña de la Dirección General de Tráfico (DGT), que arrojó 2.730 denuncias por exceder las tasas etílicas y 91 por consumo de estupefacientes.
El 47% de los 615 conductores que perecieron en las carreteras el año pasado y que fueron analizados por el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF), dio resultados positivos en sangre a alcohol, drogas o psicofármacos, según su memoria anual. Si bien el alcohol sigue siendo mayoritario entre las víctimas mortales de estos siniestros (74%), más de una cuarta parte de los fallecidos había consumido también drogas. Iban puestos.