Cada vez que hablamos de Seguridad Vial, en el fondo hablamos de un necesario equilibrio que forma parte de los desafíos de la movilidad. Ese equilibrio consiste en satisfacer las necesidades de una movilidad ágil y eficaz teniendo en cuenta los requerimientos de seguridad que deben llevarnos a buen puerto en cada uno de los desplazamientos.
Partimos siempre de una base: la conducción 100 % segura sólo existe cuando dejamos el coche quieto en el garaje de casa, es decir, cuando su velocímetro marca 0 km/h (y tiene echado el freno de mano, por si acaso). Y la conducción 100 % eficaz es aquella por la cual tardaremos el mínimo tiempo posible… a riesgo de no llegar a ninguna parte.
En el equilibrio, por lo tanto, está la virtud.
Ese es el núcleo del debate cuando, por ejemplo, se habla de tocar los límites de velocidad. ¿Tocarlos al alza y que pueda aumentar la probabilidad de siniestros?, se preguntan unos. ¿Tocarlos a la baja hasta hacer que vayamos a pie?, ironizan otros. En el fondo, unos y otros tienen su parte de razón. Por algo es un debate.
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