Durante esta semana se ha hablado largo y tendido sobre el asunto de la sillita infantil de Gerard Piqué y Shakira, un nuevo capítulo en eso que llamamos dar ejemplo de seguridad vial. De hecho, al no llevar a su bebé en un sistema de retención infantil, la cantante colombiana protagoniza su tercera historia de corte similar, tras lo del casco y lo del baile en medio de la calle.
El hecho sin más es que el futbolista y la cantante aparecieron ante las cámaras llevando a su hijo en un portabebés personal, y no en una silla del Grupo 0 como corresponde. La directora de la DGT, María Seguí, llamó la atención sobre la historia al criticar públicamente, en un encuentro informativo con la prensa, la infracción cometida por la pareja. La expresión utilizada por Seguí fue “mensaje terrible”, y lo mismo valía para el caso de Piqué y Shakira que para el caso de Iker Casillas, sorprendido recientemente mientras conducía con una mano escayolada.
Ojo, ahora hablamos de Shakira y de Piqué, pero nadie está recordando la de veces que a través de los medios de comunicación hemos visto abandonar lujosas clínicas a personajes famosos con un bebé en brazos, sin sistemas de retención infantil, o a entrevistados que responden a las preguntas de un periodista mientras ambos viajan sin un sistema de retención para adultos. Es decir, que el problema no es reciente, viene de largo, casi se diría que está anquilosado e institucionalizado.
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